viernes, 18 de mayo de 2012


Te puede pasar a ti



La minusvalía previsible de un niño no puede ser motivo para interrumpir un embarazo (…) porque también la vida con minusvalías es igualmente valiosa y afirmada por Dios y porque en esta tierra nunca nadie puede tener garantía de una vida sin limitaciones corporales, espirituales o intelectuales (Benedicto XVI, 29-09-2006)

En nuestra anterior entrada veíamos como la sociedad europea está estigmatizando a las personas con síndrome de Down, a las cuales, en muchas ocasiones, se les está negando el derecho a la vida por el simple hecho de sufrir un trastorno genético.

Esta estigmatización no solamente se limita a este colectivo social, sino que es extensible a cualquier otro grupo de personas que no estén dentro de lo que la sociedad haya marcado como aceptable.

A este respecto, la actual legislación española permite que durante las primeras catorce semanas de gestación se pueda abortar libremente, y desde las catorce hasta las veintidós semanas, entre otras circunstancias, cuando exista riesgo de graves anomalías en el feto.

En este contexto, reivindicamos aquí el valor inestimable de cada vida, independientemente de si la persona padece o no malformaciones, alteraciones biológicas o congénitas.

Por su relación con la defensa de la dignidad de cada vida, en cualquier circunstancia, reproducimos a continuación parte del discurso dado por Benedicto XVI ante discapacitados y enfermos durante la pasada Jornada Mundial de la Juventud:


... ¿Puede seguir siendo grande la vida cuando irrumpe en ella el sufrimiento? (...) La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre (…). Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana

(…) Ninguna aflicción es capaz de borrar esta impronta divina grabada en lo más profundo del hombre. Y no solo: desde que el Hijo de Dios quiso abrazar libremente el dolor y la muerte, la imagen de Dios se nos ofrece también en el rostro de quien padece. Esta especial predilección del Señor por el que sufre nos lleva a mirar al otro con ojos limpios,(...)

Por otro lado, vosotros sois también testigos del bien inmenso que constituye la vida de estos jóvenes para quien está a su lado y para la humanidad entera. De manera misteriosa pero muy real, su presencia suscita en nuestros corazones, frecuentemente endurecidos, una ternura que nos abre a la salvación. Ciertamente, la vida de estos jóvenes cambia el corazón de los hombres y, por ello, estamos agradecidos al Señor por haberlos conocido.

Queridos amigos, nuestra sociedad, en la que demasiado a menudo se pone en duda la dignidad inestimable de la vida, de cada vida, os necesita: vosotros contribuís decididamente a edificar la civilización del amor. Más aún, sois protagonistas de esta civilización. ...