domingo, 10 de junio de 2012


Una decisíón de la que nunca se arrepentirá

Ponemos a continuación unos de los trailers de la película La última cima. Dicho documental, estrenado en el año 2010, trata de la vida del sacerdote Pablo Domínguez Prieto.

En el trailer podemos ver el testimonio de una madre, que supo que su hijo estaba gravemente enfermo antes de que naciera, motivo por el cual le sugirieron la posibilidad de abortar. 

Ella no lo hizo, y nunca se arrepentirá.


Esta historia se contrapone drásticamente a la de la mujer que por diversos motivos opta por la eliminación de su hijo. Además de ser colaboradora de la muerte del mismo, probablemente padecerá el denominado síndrome post-aborto. Asimismo, tendrá que convivir a lo largo de su vida con la idea de saber que ha sido responsable de la muerte del hijo.

Tal es la situación de la mujer que aborta, que se han creado diversas asociaciones formadas por mujeres que han sido víctimas del aborto.

Reproducimos a continuación parte del testimonio de una portavoz de la Asociación de Víctimas de Aborto:

Yo era joven y estaba sola. No tenia nadie a quien acudir. (...)Tienes un problema importante, estas sola, llena de miedo, y como te ofrecen esta posibilidad, te lo empiezas a plantear. (...). Así que llamé por teléfono a la clínica Dator.

Yo estaba de tres meses y me dieron cita para el día siguiente, (...) porque cuanto mas tiempo tengas para pensar, para reflexionar, menos les conviene a ellos; no en vano, los abortistas viven, y muy bien, del drama de estas mujeres.

Al día siguiente fui a la clínica. Es algo extraño porque tu no quieres ir, pero la soledad te lleva, no te queda otra, es lo único que te ofrecen.

Yo esperaba algo de información, y lo que me encontré en la Dator fue una situación surrealista. Allí no hay una mirada amable por ningún sitio, hay mucha frialdad (...).Te pasan a una sala de espera (...), y se tiene una visión tétrica: las caras de las mujeres que allí estamos. Esas caras no se me olvidan nunca (...).

Nadie comentaba nada con nadie y reinaba el silencio, cuando en tu interior gritabas muy fuerte: ¡no quiero! Pero son gritos ahogados, que no escucha ni quien tienes al lado, solo los oyes tú.

Entonces pasas al psicólogo y esperas que te diga algo, y no te dice nada. Quieres que te digan que no lo hagas. Pero al revés, te dicen que no pasa nada, que es algo muy sencillo, muy fácil, y que cuando acabes, te vas a casa como si nada, cuando la realidad llega después. (...).

En el documento escrito que te dan no dice nada de las consecuencias psicológicas o de los posibles traumas que pudieran darse, ni siquiera lo menciona como posibilidad. Te dicen que no pasa nada, que es muy rápido y que en cuanto acabe, te vas a casa, como si nada. (...). No te preguntan por qué puede suponer un mal para ti el seguir adelante con tu embarazo
(...)

Tras hablar con el psicólogo te vuelven a pasar a la sala (...). Al rato te vuelven a llamar (...) y (...) entra el médico. (...). Hizo la intervención. (...) Lo echan en un recipiente de cristal y se queda ahí, apartado en un lado. Tú lo ves. Es curioso cómo antes del aborto no te dejan ver la pantalla del ecógrafo por si te arrepientes, pero una vez que estás en la camilla, les das igual. Lo dejan allí apartado, lo ves (…). Luego una enfermera se lleva el bote. En ese momento es como si te arrancasen con él la vida. Lo sientes aquí dentro, tu vida se va tras el recipiente, y ya no vuelves a ser la misma nunca. Te han arrancado de cuajo tu personalidad, tu vida, tu integridad.
(...) Era viernes y estuve los tres días metida en la cama, sin levantarme ni para comer ni para ir al baño. Pero llega el lunes. Así que te levantas, te vistes, y te vas a trabajar.

Como si nada. Eres otra, pero la gente no lo sabe. Es imposible llevar algo así.(...) De las chicas con las que he hablado yo, les pasa de todo. Algunas ven a lo mejor un niño de cuatro años, que es la edad que debería tener su hijo, y se echan a llorar. Es algo que puede salir enseguida, a los cinco años o a los veinte, por un programa de TV, o por algo que cuenta una vecina. Eso está latente ahí, y un día salta. Entonces prepárate,(...)
Entonces comienza el mayor sufrimiento psicológico al que se puede enfrentar una mujer: el síndrome postaborto, el hecho de asumir la muerte no natural de su hijo en su propio seno.

No necesitas ser creyente ni nada. Es algo
irreversible que has hecho, que queda ahí para siempre, latente, pero que salta algún día. Lo has hecho, no tiene remedio y eso es algo que no te cuentan en ningún sitio.

Los médicos del Estado no ofrecen ayuda, el Estado no informa, los medios de comunicación manipulan. Te lanzan el mensaje de que abortar es libertad, es progreso, de que no pasa nada. Por lo que no puedes contar tu caso, porque te tratan como si fueses rara. Te hacen un juicio.
Pero los medios de
comunicación deben informar. ¿Por qué no se televisa un aborto? Hemos visto imágenes de todo tipo, pero jamás hemos visto un aborto. Nadie dice qué es lo que pasa allí. Hablan del aborto como si no fuese nada, como si fuese normal, y eso te hace daño; lo que dicen respecto al aborto el Estado y los medios es todo mentira.

Se ha obtenido el testimonio de parte de lo reproducido por la siguiente página web: http://www.es.catholic.net/psicologoscatolicos/348/2696/articulo.php?id=23637