sábado, 26 de abril de 2014


“A nadie se le obliga a abortar. Pero tampoco se puede obligar a una mujer a ser madre”

 


Este tipo de invocaciones a la libertad de elección, encierran una incapacidad de abordar el drama del aborto en toda su verdadera objetividad. En efecto, es obvio que el aborto no se propone como una acción obligatoria (¡aunque no cabe olvidar que son muchísimas las mujeres que abortan bajo la presión de su pareja, de su familia, de sus patronos, etc.!); pero se olvida que todo aborto destruye dramáticamente una vida humana, a la cual no se le ha dado la opción de elegir entre vivir o morir.

La maternidad no comienza en el momento del parto, sino en el momento de la concepción. Afirmar que no se puede obligar a una mujer a ser madre, es olvidar que ya lo es, desde el momento en que está embarazada. A partir de ese momento solo puede elegir entre dos alternativas: ser madre de un hijo vivo, o serlo de un hijo muerto.

Por lo tanto, la cuestión clave es si el aborto puede ser considerado como un ‘derecho’. ¿Existe el derecho a acabar con la vida del ser humano concebido y todavía no nacido? Es más, ¿acaso matar puede ser un derecho? La recta razón confiesa sin lugar a equívocos que existe el derecho a vivir, pero no a matar.

Detrás de la invocación al ‘derecho al aborto’, se esconde la ‘ideología del deseo’, en la que se pretende ignorar la lógica de la naturaleza: Ya no sería el niño quien tiene el derecho a tener unos padres, sino el adulto quien tiene el derecho absoluto a tener un hijo (o deshacerse de él, en el caso de que no hubiese sido deseado). Dicho de otra forma, se reivindica una ‘maternidad a la carta’.

En el fondo de la cuestión, está claro que hemos olvidado un principio básico recordado por la instrucción Dignitas Personae, en el nº 16:

“La Iglesia reconoce la legitimidad del deseo de un hijo, y comprende los sufrimientos de los cónyuges afligidos por el problema de la infertilidad. Sin embargo, ese deseo no puede ser antepuesto a la dignidad que posee cada vida humana hasta el punto de someterla a un dominio absoluto. El deseo de un hijo no puede justificar la “producción” del mismo, así como el deseo de no tener un hijo ya concebido no puede justificar su abandono o destrucción.”

No hace falta decir que la ‘ideología del deseo’ no se circunscribe al tema del aborto, sino que es el eje principal de la ideología de género. Es el caso, por ejemplo, de la adopción de hijos por parte de parejas homosexuales, o de la reivindicación a elegir el propio sexo (¡cada uno de nosotros tendría el derecho a elegir si desea ser hombre o mujer!). Estamos ante la pretensión de rediseñar la realidad a la medida de nuestro ‘deseo’ personal… Tal vez nos encontremos ante los últimos peldaños de una empinada escalera, que se inició en la equivocada pedagogía que reduce la ‘voluntad’ al mero ‘deseo’.

Por último, conviene reparar en un detalle importante: la invocación a la libertad de elección, contrasta con las dificultades y cortapisas que la ley actualmente vigente en España impone al personal sanitario, a la hora de ejercer su derecho a la objeción de conciencia. Si la causa abortista fuese verdaderamente defensora del principio de la libertad, no se entiende cómo no respeta el derecho del personal sanitario a objetar frente al aborto.

 Fuente: “El descarte del aborto”. José Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián