Es esencial oponerse al
aborto, pero no suficiente
Por su interés,
reproducimos a continuación parte del documento elaborado por el padre Shenan
J. Boquet, presidente de Human Life International, en el que hace una interesante
reflexión sobre la 'cultura de la muerte'.
“La organización más
abortista de Estados Unidos, Planned Parenthood (Paternidad Planificada,
traducción libre), ha visto los datos que proporcionan las encuestas y ha
decidido alejarse del término “pro-choice” (“pro-opción”). Ello no nos debería
sorprender. No podemos apoyar el “derecho a decidir” de una mujer sin antes
llenar el espacio en blanco y añadir qué es lo que está decidiendo hacer. En el caso de la promoción del aborto, el
“derecho a decidir” significa el “derecho” de una mujer a decidir matar a su
propio hijo. ¿Quién puede apoyar semejante cosa?
(…)
El aborto acaba con la vida de un niño o una niña que no ha nacido
todavía. El aborto somete a los débiles y vulnerables a los caprichos de los
poderosos.
El
cambio de semántica no va a poder cambiar la realidad.
Al otro lado del
espectro, hay algunos de los que se
oponen al aborto que quieren evitar la etiqueta de “provida”. La ven como
algo muy suave (…). Por ello, prefieren etiquetas como “anti-aborto’ o
“abolicionista del aborto”.
(…), ser provida significa reconocer la
dignidad intrínseca de todo ser humano, desde la concepción hasta la muerte
natural. Significa reconocer que la vida humana es un valioso don del abrazo
sexual de un hombre y una mujer. No es una mercancía que puede ser fabricada,
vendida y finalmente desechada cuando se considera que ya no es útil.
(…)
Cuando a un hombre se le fractura una pierna,
podemos y debemos aliviar el síntoma del dolor, pero si no inmovilizamos el
hueso afectado, el hombre se quedará cojo. Análogamente, el aborto no es el único crimen contra la humanidad; es un síntoma de
un desorden cultural mucho más grande.
Como cualquier síntoma, su alivio no
necesariamente cura la enfermedad. Debemos
ganar las batallas legislativas contra el aborto. Pero si no enfrentamos la
“cultura” de la muerte, entonces la enfermedad manifestará su horrible rostro
por medio de una anomalía cultural aún más profunda.
El trecho de la “cultura” de la muerte puede
ser rastreado en la medida en que éste ha penetrado, como un cáncer, en nuestra
cultura. La declaración de la
Conferencia Anglicana de Lambeth de 1930
de que la anticoncepción era aceptable
dentro del matrimonio, convirtió en común la idea de que los hijos ya no eran
los dones más excelentes del
matrimonio ni el propósito intrínseco del mismo, sino adquisiciones para beneficiar a los padres. Esta actitud se intensificó con la
disponibilidad inmediata de los anticonceptivos orales en la década de los años
60.
Una vez que los hijos comenzaron a ser vistos como un resultado
puramente opcional de la actividad sexual, el próximo paso, predicho sin
dificultad, fue el deshumanizarlos. La implicación lógica de este concepto fue,
a su vez, el abortar al hijo cuya concepción no fue planeada o deseada. Y
entonces el crecimiento de la “cultura” de la muerte explotó como una bomba
que difunde por todos lados su mortífera metralla.
Si los
niños y las niñas que no han nacido son desechables por medio del aborto, ¿por qué entonces no podemos tratar a los embriones humanos como si también
carecieran de una igual dignidad? Si la procreación ya no es el propósito
principal del matrimonio (junto con el amor conyugal), ¿por qué entonces debe
ser limitado a una mujer y a un hombre? Si la vida humana que se considera
inconveniente puede ser destruida antes de nacer, ¿por qué entonces no podemos
matar también a cualquier otro ser humano cuya vida consideramos una carga
demasiado pesada?
Podemos
darnos cuenta, entonces, que el aborto, la eutanasia, el suicidio asistido, la
destrucción de embriones humanos y el ataque contra el matrimonio y la familia
son todos síntomas de una anomalía común: el rechazo de la dignidad y santidad
de la vida de todo ser humano.
Evidentemente,
todos debemos oponernos al aborto y cualquier persona que sea provida debe
ser un abolicionista del aborto. Pero
cuando nos reunimos (…) en la Marcha
Anual Provida (…) marchamos no
solamente en contra del aborto, marchamos en solidaridad con los niños y las
niñas que no han nacido, los ancianos, los incapacitados, los enfermos y todos
aquellos cuyas vidas se encuentran en un estado de vulnerabilidad y por ello
son considerados indignos de vivir por parte de una sociedad que ha sido
envenenada por la “cultura” de la muerte.
Así
como no debemos minimizar ni desechar la enorme tragedia de 55 millones de
seres humanos que han sido destruidos por medio del aborto y los innumerables
hombres y mujeres que sufren las secuelas físicas y emocionales del aborto,
tampoco debemos creer que si solamente logramos hacer que el aborto sea ilegal
entonces todo va a estar bien.
La “cultura” de la muerte es un dragón de múltiples
cabezas que debe ser destruido en su mismo corazón. Así como hay
organizaciones y grupos de organizaciones que prudentemente han hecho de un
solo aspecto de la cultura el blanco de su labor provida, debe haber otras
organizaciones que aborden la totalidad de la situación.
Sería un error redefinir la
causa completa de la vida como solamente un movimiento para la abolición del
aborto. Es esencial oponerse al aborto, pero no es suficiente. (…). Debemos, con valentía, ser provida”.
Para ver en el documento
completo, pinchad en el siguiente enlace: http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=25627&id_seccion=11&PHPSESSID=7c88c9bfdb5af92e1b005b3280f76cb9