“Ninguna
sociedad tiene derecho a decir sobre si la vida de otro es digna o
no”
Veíamos
en nuestra anterior entrada cómo el ministro de justicia se
pronunciaba a favor de eliminar de la futura ley del aborto el
supuesto de malformación del niño.
Ante las
declaraciones del ministro, la maquinaria del lobby abortista ha
empezado a funcionar... Pocos días después, se podía ver en el
diario el El
Pais
una carta remitida por un neurocirujano infantil titulada “Nadie
tiene derecho al sufrimiento”.
Con la
misma, el médico pretendía desacreditar la postura de Gallardón,
basándose para ello en supuestos argumentos humanitarios y tachando
a los que se oponen al aborto de ignorantes
o de actuar por intereses espurios.
Entre los argumentos dados
por el médico destacan:
"En
España se ha practicado durante muchos años un excelente
programa de prevención de la espina bífida,
y desde la implantación de la ley del aborto".
"Desgraciadamente,
si se suprime el supuesto de interrupción del embarazo, mucho me
temo que volveremos de nuevo a cifras terribles, dado que se
trata de malformaciones frecuentes".
"No
creo que ninguna sociedad tenga el derecho, y menos pudiendo
evitarlo, de cargar
a ningún ser humano con sufrimientos más allá de lo imaginable".
Reproducimos
a continuación la contestación de Javier Mª Pérez-Roldán, padre
de una niña con espina bífida y abogado de familia:
«Desde
hace 12 años soy abogado de familia y desde hace 7 padre de una niña
con espina bífida. Durante estos últimos años me he dedicado, en
exclusiva, a dos cosas: velar por el interés de los hijos de mis
clientes, y ejercer como padre de mi hija y de sus otros dos
hermanos, de 5 y 3 años.
»Mi
hija tiene parálisis en ambas piernas,
y desde los tres años convive diariamente con su silla de ruedas.
Tiene también todos los problemas que usted cita como asociados a la
espina bífida, salvo la siringomielia. Es más, su lesión (que lo
es en la modalidad más grave) está localizada a la altura de la
vértebra L4-L5 y según nos comentan todos los profesionales que la
tratan, es la más alta que han visto es muchos años. Ha
pasado por cinco operaciones,
y tiene citas periódicas en siete especialidades médicas.
»Ahora
bien, mi
hija no sufre ni más ni menos que una niña de su edad.
Juega, ríe, quiere, ama y siente exactamente igual que sus dos
hermanos sanos. Y, a veces, también
llora, pero sus lágrimas no tienen ningún poso de amargura ni
dolor por encima de las de sus amigas o de las de sus hermanos, pues
como ellos, llora por nimiedades.
»Como abogado de familia he
conocido niños con depresión
crónica por culpa de la separación tormentosa de sus padres,
que arrastran una existencia triste y sufriente. Como sufren más que
mi hija y sus hermanos, ¿los eliminaría?
»Y en cuanto a la
familia, fíjese si el sufrimiento no es tan extremo como usted dice
que después de su nacimiento hemos tenido otros dos hijos, señal
de que el cuidado de nuestra hija no nos ha supuesto trauma
ninguno.
»Estas
anomalías, por sí, no causan el sufrimiento que usted pretende. De
hecho, si
bien el dolor ante cualquier enfermedad o revés de la vida es
inevitable,
el sufrimiento es totalmente voluntario, pues es éste una percepción
personal y subjetiva de la propia realidad. Hay quien ante cualquier
mínimo problema ante la vida sufre, y sufre sin mesura, y hay
quien ante obstáculos insalvables y dolores sin medida se crece,
pues admite su dolor con entereza.
»De
hecho, por la enfermedad de mi hija he estado en contacto con
numerosos afectados de espina bífida (algunos en grados muy severos)
y siempre se han manifestado esperanzados y alegres por el don de la
vida. ¿Ha
oído usted de enfermos de espina bífida que se
hayan suicidado o que hayan solicitado la eutanasia? Sin duda usted
conocerá el estudio de su compañero neurocirujano Rob de Jong,
publicado recientemente en la revista Pediatric, donde sostiene, por
medio de estudios de campo, que los
recién nacidos con este mal congénito apenas tenían dolores.
»Por
eso me causa
sonrojo su carta, llena de adulteraciones de la realidad vivida por
cientos de enfermos y sus familias. Pero mayor sonrojo me causa su
supuesto humanismo. Dice usted que nadie tiene derecho a obligar al
sufrimiento ¿y en qué principio ético funda usted tan categórica
aseveración? ¿y porqué
presupone usted el sufrimiento de estos pacientes?
»En
cuanto a la fundamentación de su aseveración, alega
la mismas causas que las autoridades nacional-socialistas
responsables del plan de exterminio de
enfermos Aktion T4. El plan se fundaba en que había vidas que no
eran dignas de ser vividas, y cuyo asesinato era tanto un acto de
compasión como un beneficio para la comunidad. Usted alega
ambas cosas (igual que los Nazis)
pues sostiene que "el colmo" es que los esfuerzos
realizados para el tratamiento de estos niños es un desperdicio,
pues acaban muriendo a los 20 años, y encima arrastrando un
sufrimiento sin medida. ¡Qué argumento tan falaz! Usted sabe que
miente, pues al día de hoy, la
esperanza de vida de estos pacientes es prácticamente la misma que
para personas sanas.
»Pero es que, además, aunque fuera verdad el fallecimiento
a los 20 años ¿me va a decir usted que no merecen vivir estos 20
años? Usted está jubilado y pronto empezará a sufrir achaques. De
vida, según las estadísticas del INE, no le quedan más que 16 años
¿le
parecería justo que a la primera recaída de usted le privemos de un
tratamiento
por lo costosísimo del mismo teniendo en cuenta que no le quedan
años para "amortizar la inversión" y más teniendo en
cuenta que usted, en la vida, ha hecho lo que tenía que hacer? Según
su teoría sería menos grave matar a un zambiano (con una esperanza
de vida de 36 años) que a un español (con 81 años de
esperanza).
»Las
personas no son una inversión, son un bien en sí mismo,
y no podemos desahuciar a los que tenga cáncer, o SIDA o cualquier
otra enfermedad por lo costoso del tratamiento y por el alto índice
de mortandad durante el mismo.
»En el culmen del paroxismo
dice
usted que el aborto ayudó a prevenir la espina bífida.
Nos descubre con ello su auténtico rostro, pues según usted sería
muy fácil que España se colocase a la cabeza de los países
saludables. Bastaría
con eliminar a todo enfermo o lesionado grave (con cáncer, SIDA,
paralítico por accidente de circulación)
para poder vender al extranjero nuestras estadísticas y colocarnos
como el país con la mejor política de prevención de enfermedades.
Veo que usted es de los expeditivos que opina que muerto el perro se
acabó la rabia. ¡Menos mal que no tiene usted responsabilidades en
la política penitencia, pues sabemos cómo acabaría usted con los
índices de delincuencia: fulminando al delincuente!
»Sólo
le quiero decir una cosa. Lo que nos hace sufrir a los afectados por
esta enfermedad son los profesionales médicos como usted. Cuando a
los tres meses del embarazo nos anunciaron la enfermedad de nuestra
hija, nos
recomendaron insistentemente el aborto,
y ello hasta hacernos sentir culpables si traíamos al mundo a un
niña solo para que sufriera. La realidad es nunca tomamos mejor
decisión que tenerla, pues pasado el tiempo intimamos con dos
matrimonios que abortaron a sus hijos por tener espina bífida ¡no
sabe usted el terrible padecimiento moral de estas dos parejas al ver
que si
no hubiera cometido tan criminal acto podrían tener con ellos a sus
hijos,
que de seguro serían tan alegres y joviales como la nuestra! Y le
preguntó ¿qué derecho tenían los médicos que les indujeron al
aborto a obligarles al calvario de remordimientos que están
pasando?
»Que sepa que mi
hija enferma tiene la misma dignidad que usted y el mismo derecho a
vivir que tuvo usted.
Ninguna sociedad tiene derecho a decir sobre si la vida de otro es
digna o no, o a determinar si una enfermedad causa o no sufrimiento
sin preguntar al afectado.
»Mi hija necesita para vivir de la
ayuda de otros en el mismo grado en que yo la necesito, aun estando
sano. Si los hombres vivimos en sociedad es porque nos es necesario
el concurso de otros para nuestra supervivencia. Por esto existe la
sociedad y los gobiernos de la mismas: para ejercitar la ayuda mutua.
En occidente tenemos la suerte de que prosperó la
razón benéfica del ágora de Atenas sobre el terror eugenésico del
Taigeto espartano
¿usted que es, ateniense o espartano?»