El amor es la
única fuerza que puede verdaderamente transformar el mundo
Reproducimos a
continuación parte de la homilía dicha por Benedicto XVI durante la Santa Misa celebrada con motivo del VII Encuentro Mundial de las Familias.
“(...) La familia, fundada sobre
el matrimonio entre el hombre y la mujer, está también llamada al
igual que la Iglesia a ser imagen del Dios Único en Tres Personas.
(...) Dios creó el ser humano hombre y mujer, con la misma
dignidad, pero también con características propias y
complementarias, para que los dos fueran un don el uno para el otro,
se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de amor y de
vida. El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica
imagen de la Trinidad, imagen de Dios. Queridos esposos, viviendo
el matrimonio no os dais cualquier cosa o actividad, sino la vida
entera. Y vuestro amor es fecundo, en primer lugar, para
vosotros mismos, porque deseáis y realizáis el bien el uno al otro,
experimentando la alegría del recibir y del dar. Es fecundo también
en la procreación, generosa y responsable, de los hijos, en el
cuidado esmerado de ellos y en la educación metódica y sabia.
Es fecundo, en fin, para la sociedad, porque la vida familiar es
la primera e insustituible escuela de virtudes sociales, como el
respeto de las personas, la gratuidad, la confianza, la
responsabilidad, la solidaridad, la cooperación. (...).
(...) Si, con la fuerza que
viene de la gracia del sacramento, sabéis acoger este don, renovando
cada día, con fe, vuestro «sí», también vuestra familia vivirá
del amor de Dios, según el modelo de la Sagrada Familia de
Nazaret. Queridas familias, pedid con frecuencia en la oración
la ayuda de la Virgen María y de san José, para que os enseñen a
acoger el amor de Dios como ellos lo acogieron. Vuestra vocación
no es fácil de vivir, especialmente hoy, pero el amor es una
realidad maravillosa, es la única fuerza que puede verdaderamente
transformar el cosmos, el mundo. Ante vosotros está el
testimonio de tantas familias, que señalan los caminos para
crecer en el amor: mantener una relación constante con Dios y
participar en la vida eclesial, cultivar el diálogo, respetar el
punto de vista del otro, estar dispuestos a servir, tener paciencia
con los defectos de los demás, saber perdonar y pedir perdón,
superar con inteligencia y humildad los posibles conflictos, acordar
las orientaciones educativas, estar abiertos a las demás familias,
atentos con los pobres, responsables en la sociedad civil. Todos
estos elementos construyen la familia. (...)
En el libro del Génesis, Dios
confía su creación a la pareja humana, para que la guarde, la
cultive, la encamine según su proyecto (cf. 1,27-28; 2,15). En
esta indicación de la Sagrada Escritura podemos comprender la
tarea del hombre y la mujer como colaboradores de Dios para
transformar el mundo, a través del trabajo, la ciencia y la
técnica. El hombre y la mujer son imagen de Dios también en esta
obra preciosa, que han de cumplir con el mismo amor del Creador.
Vemos que, en las modernas teorías económicas, prevalece con
frecuencia una concepción utilitarista del trabajo, la producción y
el mercado. El proyecto de Dios y la experiencia misma muestran,
sin embargo, que no es la lógica unilateral del provecho propio y
del máximo beneficio lo que contribuye a un desarrollo armónico, al
bien de la familia y a edificar una sociedad justa, ya que supone una
competencia exasperada, fuertes desigualdades, degradación del medio
ambiente, carrera consumista, pobreza en las familias. Es más, la
mentalidad utilitarista tiende a extenderse también a las relaciones
interpersonales y familiares, reduciéndolas a simples convergencias
precarias de intereses individuales y minando la solidez del tejido
social.
Un último elemento. El hombre, en
cuanto imagen de Dios, está también llamado al descanso y a la
fiesta. (...). Queridas familias, a pesar del ritmo frenético de
nuestra época, no perdáis el sentido del día del Señor. Es como
el oasis en el que detenerse para saborear la alegría del encuentro
y calmar nuestra sed de Dios.
Familia, trabajo, fiesta: tres
dones de Dios, tres dimensiones de nuestra existencia que han de
encontrar un equilibrio armónico. Armonizar el tiempo del trabajo y
las exigencias de la familia, la profesión y la paternidad y la
maternidad, el trabajo y la fiesta, es importante para construir una
sociedad de rostro humano. A este respecto, privilegiad
siempre la lógica del ser respecto a la del tener: la primera
construye, la segunda termina por destruir. Es necesario
aprender, antes de nada en familia, a creer en el amor auténtico, el
que viene de Dios y nos une a él y precisamente por eso «nos
transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos
convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea “todo para
todos(...). Amén”
Se puede ver de forma íntegra la homilía, pinchando el siguiente enlace: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2012/documents/hf_ben-xvi_hom_20120603_milano_sp.htm